jueves, 28 de junio de 2012

Él





Las malas lenguas lo habían visto correr enfurecido, chocando contra los árboles; lo habían visto aullar desnudo en mitad del  bosque, extendían el rumor como un veneno en la sangre… matando cada célula de humanidad, de optimismo, cada raíz que se adentraba en su nuevo destino.  De esa forma su pasado trataba de hacerse un hueco entre su presente, intentaba escribir con su pluma los versos por los que debía pisar, intentaba encerrarlo en una jaula de mentiras bajo una llave que nunca alcanzaría.

Olvidar era todo su trabajo, pero en realidad seguía echando de menos hacerlo en alguna casa ajena, el sabor de unos besos insípidos, la vida sin preocupaciones en el viejo valle, echaba de menos todo aquello. Algunos nunca lo habían visto despedirse, odiaba las despedidas,  decía que así todo parecía más intenso, como si en cada segundo viviese cien años, como si la ocasión nunca se volviese a repetir… y así era.

Las letras de ese nombre están grabadas a fuego en lo más profundo de su corazón, donde las lágrimas no llegan. Pero le estaba prohibido volver a hacerlo, le estaba prohibido volver a amar.